EL MUNDO
5 julio 2011
¿Por qué no puedo
comer sólo una patata frita?
Ángel Díaz
Los cannabinoides multiplican el
deseo de ingerir grasas. El mecanismo es una herencia evolutiva que puede
causar obesidad o diabetes.
Las
comidas que menos nos convienen son las que más nos apetecen, y ante las cuales
somos más dados a dejarnos llevar por la gula. Esta incómoda circunstancia -que
cualquiera que haya estado alguna vez a dieta ha sentido en sus propias carnes-
parece deberse en buena parte a la acción de los endocannabinoides,
sustancias que nuestro propio organismo genera y cuyas características
bioquímicas son similares al componente activo de la marihuana.
Tal
es la conclusión que se desprende de un estudio con roedores cuyos resultados
acaban de presentarse en 'Proceedings of the National
Academy of Sciences'. Las ratas que se usaron en el experimento
segregaban estas sustancias neurotransmisoras en su aparato digestivo cuando se
las exponía a alimentos ricos en grasas, un efecto que no se reproducía cuando
se las alimentaba con proteínas o azúcares.
El
investigador Daniele Piomelli,
de la Universidad de California en Irvine (EE.UU.), y
sus colegas creen que este mecanismo ha de darse también en humanos, como un
vestigio evolutivo que nos impulsa a consumir todas las grasas que podamos. El
motivo es que estas escasean en un entorno natural y son fundamentales para el
funcionamiento celular. Sin embargo, hoy en día, los productos ricos en grasas
están por todas partes, y su abuso genera obesidad, diabetes y enfermedad
coronaria.
El
proceso químico que despierta la gula comienza en la lengua, que detecta las
grasas y envía una señal al cerebro. Desde ahí, y a través del nervio vago,
llega al tracto digestivo, donde se estimula la producción de cannabinoides. Estos neurotransmisores incrementan la
señalización entre células de tal forma que despiertan un apetito voraz, según
explican los autores del estudio.
Este
es el motivo, indican, por el que no es fácil comer una sola patata frita: una
vez que se ha iniciado el proceso, resulta más difícil controlar nuestro
instinto por acaparar grasas. "Es la primera demostración de que la
señalización de endocannabinoides en el intestino
desempeña un importante papel en regular la ingesta de grasa", explica Piomelli.
La
buena noticia es que, en un futuro, podrían crearse fármacos que bloquearan los
receptores de endocannabinoides en el aparato
digestivo. De esta forma, se podría detener el mecanismo que nos hace desear
más grasas sin necesidad de intervenir en el sistema nervioso, donde actuar
sobre los receptores de los neurotransmisores tendría mayores efectos
secundarios, incluidos algunos como la ansiedad y la depresión.
En
cualquier caso, expertos consultados por ELMUNDO.es
consideran que estos fármacos sólo serían útiles para algunos pacientes,
aquellos cuyo apetito desmedido estuviera enraizado en la acción de los cannabinoides. Pero en otros casos, incluidos la mayoría de
los llamados trastornos por atracón o la bulimia, "la sustancia no es la
causa del problema, sino que se dan otras vulnerabilidades psicológicas",
explica el doctor Fernando Fernández-Aranda, de la Unidad de Trastornos
Alimentarios del Hospital Universitario de Bellvitge
y jefe de grupo del CIBERobn.
Este
especialista recuerda, además, que es mejor dejarse llevar controladamente por
el apetito, e ingerir con moderación alimentos grasos, que intentar restringir
demasiado la dieta para después sucumbir a un atracón cuando ya no aguantamos
más.